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Jueves, 16 Octubre 2014 00:00

Comprender los archivos nobiliarios

Probablemente no exista mayor cuna de archivos personales en España que la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional. Funcionando de forma autónoma desde 1993, está emplazada en el emblemático Hospital Tavera de Toledo, propiedad una de las casas puntales de la nobleza española: los Medinaceli (como no podía ser de otra manera).

Durante mucho tiempo esta sección ha sido mal considerada un cementerio de archivos. A la par que moría la vieja nobleza sus fondos documentales eran vendidos sin demasiado pudor, en muchos casos previamente expurgados y fraccionados en partes, siendo adquiridos finalmente por el Estado e incorporados a Tavera (con excepciones, claro: los Alba, los Medina Sidonia y los Medinaceli, entre otros, han destacado por mantener bajo su control el legado documental generado por sus linajes).

A continuación os dejamos un artículo de Aránzazu Lafuente Urién, directora de la Sección Nobleza, acerca de la formación y conservación de este tipo de fondos. Se trata de un texto imprescindible para conocer la situación de los archivos nobiliarios españoles hoy en día.

LAFUENTE URIÉN, Aránzazu: Los archivos nobiliarios: formación y conservación. La Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional. En: SARASA SÁNCHEZ, Esteban y SERRANO MARTÍN, Eliseo (eds.): Estudios sobre señorío y feudalismo: homenaje a Julio Valdeón. Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 2010, pp. 27-75.  Disponible en: http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/29/92/03lafuente.pdf

 

Carlos Díaz Redondo

Publicado en Recursos

Veintidós años después de su puesta en marcha, la Fundación Jorge Guillén comienza a despuntar como una de las instituciones culturales más representativas de Castilla y León en cuanto a la tenencia y custodia de fondos documentales personales.

Creada en 1992 con el fin de honrar la memoria del poeta vallisoletano Jorge Guillén, y dedicada con ahínco a la difusión de la obra de personalidades e intelectuales vinculados a la cultura castellanoleonesa, esta Fundación acumula en su archivo hasta 29 fondos documentales de carácter personal. Muchos de ellos se encuentran, aún hoy, pendientes de ordenar, catalogar y ser digitalizados.

Entre estos fondos destacan sin lugar a dudas los archivos privados de personajes tan relevantes como los escritores Rosa Chacel, José Luis Giménez-Frontín o Elena Martín Vivaldi. Ahora, tras la firma de un convenio de donación pactado el pasado mes de mayo, el último en depositar parte de su memoria en la sede vallisoletana de la Fundación ha sido el reputado etnógrafo y musicólogo zamorano Joaquín Díaz.

Después de cincuenta años de trayectoria en investigación y difusión de la cultura tradicional, Joaquín Díaz, prolífico escritor y articulista, pionero en el estudio de la música sefardí y Director de la revista Folkore desde su génesis, se perfila como una de las figuras más reputadas del panorama académico musical.

Entre los numerosísimos méritos que avalan su trayectoria se encuentra su nombramiento como Presidente Titular Honorífico de la Cátedra de Estudios sobre la Tradición de la Universidad de Valladolid, el ser Doctor Honoris Causa por el Saint Olaf College de Estados Unidos o Académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid y haber recibido la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.

Según ha trascendido, su donación convierte en público un extenso epistolario formado por más de 10.000 cartas que no solamente ponen de manifiesto las inquietudes del autor, sino que además rescatan las palabras de figuras de gran renombre. Así, entre su correspondencia, podemos encontrar misivas de colegas de la profesión, cantautores de la España de los años 60 y 70 u otras importantes personalidades, caso de Peter Seeger, uno de los mayores exponentes de la canción folk americana, o el mismísimo Miguel Delibes.

Tras esta generosa aportación, se espera recibir un paquete de 20.000 correos electrónicos volcados en soporte papel que completarán la visión panorámica de la correspondencia privada de una figura tan destacada en las artes como comprometida con Castilla y León.

 

Carlos Díaz Redondo

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Lunes, 22 Septiembre 2014 00:00

Un acercamiento al archivo personal de Negrín

Todavía hoy existen archivos que, a pesar de su importancia, sorteando toda vicisitud, han llegado hasta nosotros prácticamente desconocidos, inexplorados. Tal es el caso del archivo personal de Juan Negrín López. Para los archiveros más jóvenes, a quien este nombre quizás nos toque muy de lejos, es obligado recordar que este curioso personaje, catedrático de Medicina, fisiólogo de profesión, maestro de eminentes científicos como Severo Ochoa o Grande Covián, se perfila como una figura clave para comprender las luces y las sombras de la política española y europea de mediados del siglo XX.

Diputado a Cortes en repetidas ocasiones, Ministro de Hacienda y de Defensa Nacional, y último Jefe del Gobierno durante la II República Española, Negrín tuvo una prolífica carrera política truncada, como la de tantos hombres y mujeres, por el levantamiento militar del general Franco. En 1939, terminada la Guerra Civil, habiendo triunfado el golpe del fascismo, Negrín se vio obligado a marchar al exilio, de donde nunca más regresó. Al hacerlo salvaba algo más que su vida: a la par que salía de España, lograba poner a salvo un tesoro para la Historia.

Integrado por documentos de todo tipo -desde correspondencia personal y papeles privados hasta documentación generada por los Ministerios de Hacienda y Defensa o por la Presidencia del Gobierno-, su archivo viajó con él hasta Francia. Allí lo preservó tan celosamente hasta el momento de su muerte, acaecida en París en 1956, que incluso durante mucho tiempo llegó a creerse que la existencia de este paquete documental era resultado del imaginario colectivo. Recientemente cedido en custodia al Cabildo de Gran Canaria por su nieta, Carmen Negrín Fetter, el fondo está compuesto por más de 150.000 documentos conservados hoy en Las Palmas, en la Fundación que lleva su nombre, responsable de su gestión.

De vuelta en España, gracias a un convenio logrado con el Ministerio de Cultura, el archivo fue sometido a un minucioso proceso de digitalización que ha originado cuatro copias. Una quedó para sus descendientes, una segunda para la Fundación, una tercera para los Archivos Nacionales de Francia, mientras que la última fue a parar al Centro Documental de la Memoria Histórica.

Los esfuerzos por abrir este legado de valor incalculable al público investigador han generado un completo cuadro de clasificación, que ya está disponible para su consulta, así como una extensa base de datos, resultado de un laborioso vaciado de autoridades, que pronto se pondrá en línea.

Según los responsables del tratamiento del fondo, hasta tal punto resulta desconocido este archivo que se cree que solamente un 5% ha sido explorado a día de hoy. Quizás por tal razón, en pleno ánimo difusor, la Fundación Juan Negrín acaba de inaugurar una exposición que rescata 32 fotografías inéditas, seleccionadas entre las más de 3.500 que integran la colección personal del político canario.

Estas 32 imágenes se organizan en torno a varias perspectivas -la mujer, el frente de guerra, las letras, la sanidad, el patrimonio…-, y rescatan escenas tan dispares como diferentes aspectos de la vida cotidiana del propio político o la destrucción del madrileño Palacio de Liria, residencia de los duques de Alba, que quedó reducido a sus cuatro fachadas por una serie de bombardeos que tuvieron lugar durante la contienda. Se trata, sin duda alguna, de una admirable iniciativa que sería aún mejor si pronto viésemos la muestra fotográfica convertida en una exposición virtual abierta al mundo.

 

Carlos Díaz Redondo Y Cristina Gómez Gutiérrez

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La Biblioteca Nacional de España (BNE) dispone de una base de datos de Archivos Personales y de Entidades abierta al público y disponible en: www.bne.es/es/Catalogos/ArchivosPersonales/

Reúne los fondos documentales fruto de las actividades personales y profesionales de importantes figuras del país, como Federico Chueca, Jorge Guillén y la Biblioteca de la Asociación Wagneriana de Madrid, entre otros.

Este directorio permite la búsqueda de documentos y además ofrece un índice alfabético de los fondos. Dentro de cada elemento ofrece una descripción que incluye campos como la signatura, descripción física, forma de cita, condiciones de acceso y reproducción y una breve descripción del fondo.

Los archivos personales e institucionales son una fuente de información importante pero que en ocasiones queda en un segundo plano. A pesar de ello, es un recurso interesante al que acudir en caso de querer informarse directamente de la propia fuente (por ejemplo, sobre una personalidad importante o un autor) la cual resulta ser en muchos casos la mejor.

 

Bea Pena Rodríguez

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Este mes de agosto se ha cumplido un año desde que la Biblioteca Nacional de España clausurase con éxito la exposición "La transición en tinta china", una valiosa muestra de humor gráfico de corte satírico que, a través de las ilustraciones de artistas como Ballesta, Borges, Guillén, Siro, El Perich o Peridis, retrataba de manera magistral la transición de la dictadura franquista a la democracia. Poco hacía presagiar entonces que doce meses después, cuando aún se siente tan reciente la desaparición del ex presidente Adolfo Suárez, este periodo histórico habría de ser examinado con lupa por los medios de comunicación en busca de señales que expliquen el incesante tambaleo del sistema político que inexorablemente vivimos cada día.

De cualquier manera, precisamente a raíz de la celebración de esta exposición, importantes dibujantes como Juan Ballesta o Siro López Serrano tomaron la decisión de donar una parte de sus archivos personales a la Biblioteca Nacional de España. El fin, es de sospechar, era dar con aquel curioso salvoconducto hacia la eternidad que supone engrosar los fondos de uno de los buques insignia entre las instituciones que luchan permanentemente contra el olvido. Uno de los últimos en sumarse a esta iniciativa fue el dibujante satírico y escenógrafo Joan J. Guillén, que el pasado mes de febrero donó parte de su archivo compuesto por diferentes ilustraciones, bocetos y cuadernos de escenografía.

Es curioso que hace unos días, cuando comentaba en voz alta esta reflexión, alguien me preguntaba confundido: ¿un puñado de dibujos, unos cuadernos… conforman un archivo? Pues depende, claro. En este caso nos referimos a una parte del archivo personal de Guillén pues, no en vano, hablamos de un conjunto de documentos, propiedad del artista, producidos por él mismo en el desarrollo de sus artes. Es precisamente ese tinte personal, que deja la más fiel impronta de una vida y sus complejidades al descubierto, uno de los alicientes más extraordinarios cuando nos enfrentamos al estudio de este tipo de archivos.

La donación firmada por Guillén, que lamentablemente tan escasas líneas ha suscitado en la prensa tradicional, ha convertido en propietaria de estos fondos a la Biblioteca Nacional de España que, durante los últimos años, viene acumulando una considerable cantidad de archivos personales de escritores, fotógrafos, músicos, etc. Es más, si repasamos su lista de donaciones, solamente en los tres últimos años descubriremos un buen número de entregas de similares características. Entre ellas destacan las realizadas por los literatos Antonio Muñoz Molina y Jesús Marchamalo, que cedieron parte de sus archivos en el año 2012, o la del compositor y director de orquesta José Luis de Delás, que el pasado mes de agosto depositó un buen número de borradores y manuscritos.

Estos actos desinteresados, que deben ser siempre reconocidos, son como mínimo ventajosos en ambas direcciones, pues no aseguran únicamente la supervivencia de los archivos personales de numerosísimas personalidades llevando su nombre, como mencionábamos más arriba, hacia la memoria eterna, sino que suponen también el enriquecimiento del patrimonio documental y artístico del país. Sea como fuere, de lo que no cabe duda es que gestos como el de Joan J. Guillén salvarán del olvido la visión de una pequeña parte de la historia contemporánea, aquella que supuso el feliz tránsito, del ahogo de la represión a la superficial concordia, y que podrá ser estudiada en el futuro, gracias a la conservación de estos fondos personales, desde de la sátira, el humor, el color y la tinta.

 

Carlos Díaz Redondo

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