El Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial se encuentra en la localidad de San Lorenzo de El Escorial (Comunidad de Madrid, España), y fue construido entre los años 1563 y 1584. Pensado por Felipe II en la segunda mitad del siglo XVI y diseñado por su arquitecto Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera entre muchos otros, concibieron un gran complejo multifuncional, monacal y palaciego de estilo herreriano. El monasterio es pues, la cristalización de ideas de un rey puramente renacentista.
El Monasterio es considerado como la Octava Maravilla del Mundo desde finales del siglo XVI, gracias a su tamaño y complejidad funcional, así como por su gran carga simbólica.
El Rey Felipe II fue el encargado de ceder a la Biblioteca del Monasterio los ricos códices que poseía, encargando para su enriquecimiento la adquisición de las obras más importantes tanto de España como del extranjero. Se ubica en una gran nave de 54 metros de larga, 9 de ancha y 10 metros de altura con suelo de mármol y estanterías de ricas maderas nobles ricamente talladas.
Bien entrada ya la segunda mitad del siglo XVI, no existía en España una gran Biblioteca pública, similar a las existentes en toda Europa. Era por tanto un anhelo generalizado entre los eruditos humanistas de la época el poder contar al menos con una, en la que se reunieran los tesoros literarios, tanto manuscritos como impresos, que sin duda existían en España, pero que en ese momento se encontraban dispersos en las distintas Bibliotecas de monasterios, catedrales o particulares. La fama de Salomón como el rey sabio por excelencia de la Biblia debió condicionar la decisión de Felipe II de donar su biblioteca a los monjes del Monasterio para crear un Centro de Sabiduría, en vez de repartirla por sus otros palacios, y donarla así sólo a sus herederos.
El intérprete de aquel deseo fue el cronista Juan Páez de Castro, quien expuso a Felipe II en un razonado "Memorial", en el que, de manera explícita le hacía ver la apremiante necesidad de fundar una biblioteca pública, en la que ocuparían lugar preferente los "libros de mano".
Arias Montano elaboró su primer catálogo y seleccionó algunas de las obras más importantes para la misma. Está dotada de una colección de más de 40.000 volúmenes de extraordinario valor. Y es en 1616 cuando se le concede el privilegio de recibir un ejemplar de cada obra publicada en España, aunque tal cosa nunca se llegó a cumplir del todo.
La composición del fondo bibliográfico manuscrito se divide en:
Al monarca Felipe II cabe la gloria de reconocer el valor científico de la cultura árabe, al coleccionar toda clase de códices procedentes del mundo musulmán en El Escorial. La Real Biblioteca de El Escorial posee una de las mejores colecciones de manuscritos árabes. A pesar de que en el incendio de 1671 perecieron unos 2.500 códices árabes, en la actualidad se conservan en torno a 2.000. Como códices más notables se pueden indicar: el "Corán" de Muley Zaydan; el ms. 1623: "Concilios Hispano-Visigóticos"; la magnífica copia n. 898: "Utilidades de los animales", etc.
Cari Hernández López
La Biblioteca Apostólica Vaticana, también conocida como “La Biblioteca de los Papas” ya cuenta con aplicación para dar acceso a más de 4000 manuscritos antiguos.
Dicha biblioteca es rica en una amplia selección de documentos que incluyen 82.000 manuscritos, 100.000 unidades de archivo, un millón y 600 mil libros impresos (de los cuales 8.700 son incunables), 400.000 monedas y medallas, 100.000 grabados, dibujos y matrices y 150.000 fotografías; y ha contratado recientemente los servicios de NTT Data para la conservación digital de parte de sus fondos.
El contrato inicial se firmó por cuatro años para la digitalización de casi 3000 documentos para 2018, y la empresa está apostando por tecnologías innovadoras y optimizadas, prestando especial atención a los metadatos para permitir una búsqueda eficaz.
La interfaz utilizada para la difusión cuenta con versión en italiano y en inglés, varios catálogos online y la opción de búsquedas (www.vaticanlibrary.va). Además, la información está accesible desde la página de una fundación asociada (www.digitavaticana.org).
La iniciativa no tiene aspectos negativos a esconder y ahora que se ha puesto en marcha, al público solo le queda esperar que los documentos dada su delicadeza sean tratados con los cuidados especiales que se merecen para que no se deterioren, y así mismo que se cumplan las expectativas previstas de tiempo, almacenamiento y dinero.
Patricia Lorenzo Bartolomé