La obra maestra muda de Luis Buñuel fue estrenada en el Studio de Ursulines de París el 6 de junio de 1929. Se estuvo proyectando durante ocho meses en París y las copias de Un perro andaluz pudieron seguir el mismo camino que la mayoría del cine mudo: desaparecer. Sin embargo, Luis Buñuel lo impidió, pero hasta la restauración del año 2003 por parte de la Filmoteca Española, no existían copias que reprodujeran con exactitud las imágenes proyectadas en 1929.
La película dejó de proyectarse tras su estreno y luego se popularizó en los años 60, a partir de una copia de la distribuidora de ‘Les Grands Films Classiques’ la cual no provenía del negativo original y en la que habían cortado la imagen para añadir una banda de sonido.
La búsqueda de la copia original llegó hasta la Cinemateca Francesa, donde guardaban el negativo original. Sin embargo, estaba incompleto, faltaban trozos que correspondían a los trucajes y a los encadenados. Comenzó así, una búsqueda por todas las filmotecas del mundo hasta que encontraron algunos fragmentos de la película en la Cinematheque Royale de Bélgica. Se pudo concluir el proceso utilizando como guía una copia en malas condiciones que tenía la Filmoteca Española.
El mayor problema que se halló en esta restauración fue en la banda sonora. Buñuel acompañaba la proyección con dos discos: Tristán e Isolda, de Richard Wagner, y un disco de tangos. En la versión de los años 60 le añadieron música, bajo la supervisión de Buñuel, pero los tangos no correspondían a la versión original, ya que estos estaban editados a finales de los años 50, con lo que nunca pudo ser los que se proyectaban en 1929.
Encontrar esos tangos fue imposible, pero por el camino, se toparon con un gran hallazgo: “Encontramos que la música de Wagner, sin los tangos, es bastante sincrónica con la película. Tengo la sospecha de que, bien al escribir el guión o bien al montar, la estructura está basada en la estructura rítmica de Tristán e Isolda”, especula Ferrán Alberich, restaurador e investigador que participó en la restauración de la película.
El resultado de la restauración, concluyó con 21 minutos de duración, como la original de 1929.
Un amor por la conservación que devuelve el clásico tal y como –nunca mejor dicho- fue soñado. Aunque Buñuel, que afirmaba preferir quemar un museo a abrir un centro cultural, propuso poco después del estreno chamuscar el negativo en Montmatre. “No me importaría ver arder en mi pequeño jardín todos los negativos y copias de mis películas. Me sería completamente igual”, escribió Buñuel en sus memorias. Su desprecio por el legado no contaba con que en el siglo XXI cualquiera pueda ver su obra en todo tipo de pantallas.
Noelia Patón Rodríguez