Transcurridos más de siete años del óbito de Luisa Isabel Álvarez de Toledo y Maura (1936-2008), XXI duquesa de Medina Sidonia, su nombre y el de su Casa vuelven a saltar a la actualidad y a copar numerosos titulares de la prensa nacional.
Tras una vida de película, apasionada, rebelde, libre, atrás quedaron los escándalos sociales y políticos que salpicaron su juventud y que la condujeron a estar en prisión hasta ocho meses. Quizá ya se haya olvidado su separación y divorcio de su primer marido, el jinete José Leoncio González de Gregorio y Martí, con quien al parecer casó obligada por la presión familiar y las circunstancias sociales de la época. Probablemente hayan cicatrizado asimismo las ampollas que levantó su valiente matrimonio, celebrado en 2008 in articulo mortis, con quien hasta entonces había sido su secretaria y hoy duquesa viuda, Liliane Marie Dahlmann. Ahora, mientras resuenan las voces de aquellos que la acusaron, justa o injustamente, de haber sido una pésima madre, son su herencia y el valioso archivo integrado en la Fundación Casa Medina Sidonia los que van a hacer correr de nuevo ríos de tinta.
Según declaró en diferentes ocasiones, la llamada Duquesa Roja encontró el archivo familiar tras la muerte de su padre, Joaquín Álvarez de Toledo y Caro (1894-1955), XX duque de Medina Sidonia. Aquel tesoro documental, que encerraba la memoria de la familia desde el siglo XIII, yacía olvidado en un guardamuebles madrileño, en un estado de conservación pésimo, parcialmente mojado, desorganizado, mudo. Para protegerlo y evitar su desaparición, en 1990 decidió crear la Fundación Casa de Medina Sidonia, tomando como sede el Palacio de los Guzmanes, sito en la antigua capital de los estados regidos por su familia, Sanlúcar de Barrameda. Allí, con una tenacidad inquebrantable, tras luchar contra varios intentos encubiertos de expropiación, la que durante muchos años consideraron la oveja negra de la Nobleza española dedicó el resto de su vida a organizarlo, describirlo y abrirlo a la investigación.
Tras la muerte de Luisa Isabel en 2008, su viuda tomó la presidencia de la Fundación y ya empezaron a abrirse frentes familiares en torno a la herencia de la duquesa. Ahora, sus tres hijos (Leoncio, XXII duque de Medina Sidonia; Pilar, XV duquesa de Fernandina hasta que en 2012 su sobrino le arrebatase la dignidad; y Gabriel, el único de ellos no titulado), con quienes nunca tuvo una relación fluida, reclaman judicialmente y por separado la inoficiosidad de la Fundación. Según se informa, los tres vástagos alegan que los bienes aportados para su creación, entre ellos el archivo familiar, descapitalizaron por completo la Casa y perjudicaron su caudal hereditario al no poder disfrutar siquiera del tercio de la legítima que les corresponde por ley.
Cabe señalar que la familia Medina Sidonia ha sido durante siglos uno de los linajes nobles más importantes del reino. El de Medina Sidonia es el ducado hereditario más antiguo de la Corona de Castilla, datando concretamente de 1445. Entre las muchas dignidades que han ostentado a lo largo de los siglos hay que sumarle el ducado de Fernandina y el principado de Montalbán, los marquesados de Villafranca del Bierzo, de los Vélez, de Gibraltar, de Cazaza y de Valverde, el condado de Niebla y de Saltés, la baronía de Molins del Rey, el señorío de Sanlúcar o los títulos de la extinta casa italiana de los Montalto, que aglutinaba mercedes como el principado de Montalto y de Paternò, el marquesado de Calatafimi, los condados de Sclafani, Caltabellota, Caltaxineta, Caltabuturo, Collesano y Adernó, y las baronías de Biancavilla y Centorvi.
En fin, que mientras los hermanos Medina Sidonia pleitean contra la voluntad de su augusta madre y nace una plataforma ciudadana en defensa de la Fundación, podemos ir entonando un réquiem anticipado. Según parece, los hijos de Luisa Isabel, a quien por cierto bien le valdría el sobrenombre de la Duquesa Archivera, tienen todas las cartas para ganar esta batalla. Si esto ocurre, el archivo nobiliario privado más importante de España formado por más de seis millones de documentos, que algunos expertos han tasado recientemente en la irrisoria cifra de 60 millones de euros, podría verse fragmentado, disperso, vendido por lotes para satisfacer la legítima de los herederos de la duquesa.
Y ya no se cantarán más loas a la Casa entonando su motto (PRAEFERE PATRIAM LIBERIS PARENTEM DECET, o lo que es lo mismo, ANTES LA PATRIA QUE LA FAMILIA). Porque en estos tiempos que corren, cuando concurren las heredades y el caballero Don Dinero, parece que el concepto de Patria se hace etéreo. Y más aún el de Familia.
Carlos Díaz Redondo